7 gráficos para entender la agricultura ecológica

La intensificación de la agricultura en las últimas décadas ha incrementado la disponibilidad de alimentos hasta niveles nunca antes conseguidos. Sin embargo, las actividades agrícolas emiten entre el 25% y el  33% de los gases de efecto invernadero, ocupan el 40% de la superficie terrestre,  gastan más del 70% de agua dulce consumida e impulsa la deforestación y fragmentación del hábitat y la consiguiente pérdida de biodiversidad, eutrofizan y acidifican los ecosistemas acuáticos y terrestres… La agricultura ecológica emerge como posible alternativa a esta agricultura intensiva, no solo a nivel medioambiental sino también a nivel social.

La agricultura ecológica es un sector en rápido crecimiento en países desarrollados y puede suponer una alternativa para nuestros agricultores, que pueden ver aumentados sus ingresos. Según las encuestas la población la percibe como más sostenible, más saludable y socialmente más justa que los sistemas agrícolas convencionales. ¿Es esto así?

Lo primero que hay que decir es que hay muchos sistemas de producción, tanto en ecológico como en convencional, así que hacer comparaciones generalistas es difícil y arriesgado, no obstante, veamos que dicen los estudios y los datos existentes. Vamos a ello.

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Hambre: ¿mejor distribución o más producción?, ¿cuál es la solución?

Existe la creencia generalizada de que el hambre no es un problema de producción de alimentos sino de distribución. Actualmente se produce una cantidad de alimentos que serían suficientes para alimentar a toda la población y, aun así, 821 millones de personas pasan hambre mientras que 2000 millones tienen sobrepeso. Además un tercio de los alimentos producidos se pierden antes de llegar al consumidor. Por lo tanto, no es tan descabellado pensarlo. Por desgracia las cosas no suelen ser tan sencilla. Veamos

Empecemos por el principio. El hambre tienen muchas causas pero una destaca sobre el resto: la pobreza. Es de perogrullo, pero la siguiente es una idea clave: unos mejores ingresos conducen a una alimentación suficiente y variada y permite destinar los ingresos restantes en salud o educación, permitiendo así escapar de la “trampa de la pobreza”. Tres cuartas partes de las personas desnutridas viven en entornos rurales y la mayoría están vinculadas a la agricultura. Sin  embargo, no tienen  acceso suficiente a tierras y recursos, ni a fuentes alternativas de ingresos. Por otro lado el hambre menoscaban su productividad y están más expuestos a enfermedades afectando el principal activo que posee: su trabajo. Esto hace a la pobreza y el hambre un círculo vicioso del que es difícil escapar sin ayuda externa. Pero, ¿a qué debe ir encaminada esta ayuda?

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Fuente: FAO

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